Esta coyuntura limita de manera excesiva las decisiones que ellos deben tomar por muchas razones. Como primera instancia, tales decisiones son discutidas en una mesa de juntas donde hay representados distintos intereses: accionistas, gerentes, mandos medios, etc.
Por supuesto que el hecho de existir distintos apegos a los cargos que ocupa cada parte, la subjetividad en la toma de decisiones es a flor de piel y muchas veces el consenso es lo que menos se busca.
Como dice en su libro Leon Shapiro: ‘El problema era que todos los que me aconsejaban tenían una conexión o serían impactados de algún modo por las decisiones que tomara sobre la base de sus aportes’. Y luego, más adelante aclara: ‘Según un estudio llevado a cabo por la Escuela de Posgrado en Administración de Stanford, casi dos tercios de los CEOs no reciben asesoramiento externo sobre liderazgo’, siendo la capacitación, como una segunda instancia, un hacer importante en la vida de cualquier persona que quiera dirigir una Compañía.
Este estar solos en la cima, aislado de la subjetividad para que las decisiones sean lo más imparcial posible, de una manera empática y basadas a partir de un aprendizaje, es lo que abre la necesidad de poder compartir un espacio donde la libertad, desde el conocimiento y las experiencias de otros iguales, pueda quedar satisfecha.
Este proceso de pares comienza desde joven, y de más atrás, está grabado a fuego en nuestra memoria celular.
El ejemplo de nuestros abuelos cuando iban a un club de baile, que nunca iban solos y al menos dos o tres conformaban una banda para estar apoyados al momento de entrar en acción; también nuestros padres y sus juntadas a cenar con amigos, que vertían sus problemas laborales y buscaban resoluciones de pares en cada situación planteada; en la niñez y adolescencia, comenzada la escuela o preparatoria, donde las conferencias y exposiciones eran preparadas en conjuntos para una mayor comprensión de la tarea; y en la universidad, que para preparar las materias que uno debe rendir, se conforman grupos de estudios.
Ya lo dice el afamado filósofo y psicólogo Paul Watzlawick en su «Teoría de la comunicación humana», en su último axioma, que la comunicación es la base de la conducta y que puede haber sólo dos formas de interacción, simétrica o complementaria, y se refiere a la relación que establecen dos interlocutores, sucediéndose la primera cuando ambos participantes tienen el mismo poder en el intercambio y nadie está por encima o por debajo del otro. Los beneficios de trabajar entre pares son muchos:
Los pares influencian en nuestra propia confianza y crece la seguridad y autoestima.
Pertenecer a un grupo de pares nos posiciona en un nivel superior de responsabilidad debido al compromiso que genera el principio de ser parte de un equipo de iguales.
La influencia de los pares deviene en aprendizaje.
Aprenden a involucrase como colegas y no como competidores.
Aprenden el valor del diálogo llano, sin la necesidad de ser deshonestos en las apreciaciones de cada uno.
Aprenden el valor de la abundancia a partir de recibir regalos como verdaderos consejos y entera disposición.
Aprenden a cómo influenciar en sus propios lugares de trabajo.
La participación en un grupo de pares genera ganancias porque todos sus participantes ayudan para que al otro le vaya bien.
Para lograr estos resultados nuestra Academia ha desarrollado la Metodología Empowerment para equipos de pares®, la cual contempla los siguientes 8 factores de éxito: