Todo parece estar bien al despertar en la mañana tranquila, sonriente al salir el sol y agradecido de la nueva oportunidad que tenemos frente a nosotros por un día más en nuestras vidas; y sin nombrarlo, aparece el miedo, con la intención de opacar la alegría y bajar las buenas vibras que sentimos.
El miedo entra por la mente cual filtro roto de pensamientos y hace temblar al cuerpo, entorpecer el normal funcionamiento saludable y engañar a la razón con tantas imágenes e historias fabricadas aún no realizadas, pero suponiendo e inventado como si fuera real, ya un hecho, lo que todavía no ha acontecido.
Nos da miedo decir lo que pensamos, lo que sentimos, lo que deseamos porque creemos que es mejor callar, silenciar y quedarse neutro antes que escuchar críticas, opiniones y comentarios de terceros, que según el grado de importancia que le demos será cómo afectará nuestro ánimo.
Miedo por presiones, por sumisión, por autoridad, por abuso, por maltrato, por amenazas, por riesgos, por desventaja, por oscuridad, por venganza, por fobias, por verdad y también por mentira…
Y entre tanta emoción negativa que baja las defensas del sistema inmunológico, comienza la memoria a comparar y asociar el presente con hechos del pasado, donde el dolor y el sufrimiento ya dejaron karma suficiente para alertar, que no queremos volver a vivir una situación similar.
Miedo a equivocarnos, miedo a perder, miedo a enamorarse, miedo a soltar y dejar ir lo que nos duele, miedo a quedarnos solos, miedo a caer en tentación, miedo a fallar en la palabra empeñada, miedo al qué dirán los demás, miedo a que nos vean y observen quienes somos de verdad, miedo enfrentar el miedo…
Y en la búsqueda del placer de vivir desde la simpleza, la sinceridad de aceptarnos tal cual somos de verdad, en esa intimidad sin tribuna ni fantasmas, donde ya no es posible fingir frente al espejo, ahí, nace y se renueva esporádicamente la libertad de poder salir con lo que llevo dentro, con la sabiduría que ya traía el cuerpo antes que naciera la mente, para mostrar que somos fuertes y que no tenemos miedo.
Nada bueno puede salir de una persona, si restringe su libertad de pensamiento, sentimiento y acción mientras vive cada día en función de lo que opinen, digan o hagan los demás.
Cada vez que sientas Miedo, es una señal para desplegar tus alas. Vuela
Por Javier Machado